domingo, 17 de julio de 1994

El cerdito de Rocío


Hoy vamos de trincones con corbata y la ley de su parte. No sé si recuerdan ustedes aquel anuncio: una niña acudiendo al banco con el cerdito-hucha de sus ahorros. El lema del asunto era, creo recordar, para nosotros no hay clientes pequeños, o alguna canallada por el estilo. O se lo creyó su padre. La cosa es que Juan y Rocío, con cinco y seis años respectivamente, rompieron sus huchas —5.000 y pico cada uno— y abrieron sendas cartillas de ahorro.

Resulta que, un tiempo después, Juan y Rocío empezaron a dar la barrila en casa con que querían unas zapatillas de deporte nuevas. Y su progenitor, cuyo candor lo honra, pensó que el mejor ejercicio práctico sobre las virtudes del ahorro, para sus hijos, era recurrir a sus cartillas. Y allá se fueron los tres, tan felices, preguntándose cuánto habría aumentado su caudal con los correspondientes intereses. Pero al llegar al banco comprobaron -oh prodigio-, que les había quitado a cada uno las 5.000 pesetas, por todo el morro. O sea: en concepto de comisiones por el mantenimiento de la cuenta.

Y es que los niños no leen la letra pequeña, y luego pasa lo que pasa. En nuestro patio de Monipodio lleno de golfos que te gravan el aire que respiras, el agua que bebes y la tierra para caerte muerto, los bancos están legalmente autorizados para cargar comisiones entre el 0% y el 100% de las cuentas de sus clientes. O sea, que si tienes tropecientos millones a plazo fijo, dan cuartelillo y además te regalan un puro. Pero si lo que tienes son cuatro humildes pesetas, te incordian todo lo que pueden para que te largues y despejes la memoria informática de los ordenadores (que por cierto, no suelen tener la letra Ñ, y siempre la sustituyen por una N o un palito).

Lo malo no es que en este país todo cristo compita con Curro Jiménez. Lo peor es que, salvo cuatro espontáneos — y esos se fugan casi siempre—, los demás trincan al amparo de la letra pequeña y normativa legal que algún hijo de puta, digo yo, tuvo que aprobar alguna vez en consejo de ministros. Y después, cuando uno acude al banco ebrio de santa ira, y encañona al director con la escopeta del 12, y está a punto de soltarle un bellotazo de posta lobera, el fulano va y sonríe, te dice que esperes un momento, y saca del cajón la normativa 36B/92, publicada en el BOE, donde dice que no sólo el infame saqueo es legal, sino que además el banco tiene derecho a beneficiarse a tu legítima los primeros de cada mes.

Lo triste de todo esto es la cotidianeidad de la sevicia, que diría un académico fino. Que uno, por ejemplo, ingrese un cheque en cuenta y le cobren automáticamente un porcentaje para compensar el esfuerzo del cajero que le da a la tecla, es algo tan normal que a nadie extraña, a estas alturas del expolio. Como el hecho de que, a la hora de hacer pago en metálico, buena parte de los bancos no dispongan de unidades de pesetas sueltas, y siempre redondeen en su beneficio las 45.342, convirtiéndolas en 45.340. Hay un caso reciente, denunciado en carta al director en un diario nacional, donde a uno de los damnificados el cajero le dio como explicación: "Este mes le toca a otros cobrar las dos pesetas". Como si esto fuera la lotería.

Ah, pero eso sí. Después, en la tele, todo son musiquitas seductoras, y amables directores de sucursal, y recién casados y viejecitos felices que bailan a cámara lenta, y labradores que se libran del pedrisco, y familias felices que, por fin, gracias a esos benefactores de la humanidad, podrán comprarse un chalet donde al chucho lo van a atar con longaniza. Al menos en lo que se refiere a Juan y Rocío, los dos niños del cerdito, la desaparición de sus ahorros les ha servido para irse enterando, bien jóvenes, de con quién se juegan los cuartos. Y lo que es a esos dos, ya les pueden meter anuncios.

(Por cierto, ya que estamos de bancos, y nóminas, y antes mencionaba la Ñ de los ordenadores, me viene a la memoria que, en las nóminas del ministerio de Cultura, los empleados cuyo apellido incluye esta letra se encontraban, al menos hasta el mes pasado, con la eñe sustituida por la barra inclinada "/".La cosa no deja de tener guasa, porque Cultura alardeó, hace un par de años, de bloquear la normativa comunitaria europea que pretendía suprimir esa letra de nuestros ordenadores, Y ahora resulta que, a la chita callando, van y tragan. A lo mejor es que la ministra Alborch, como es dama culta y educada, nunca dice la palabra coño).

17 de julio de 1994

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