domingo, 29 de diciembre de 1996

A un año del 98

Bueno, pues nada. Aquí desfila un año más. Y con el que viene, imagino, llegarán los preparativos de 1998, centenario del desastre de Cuba y Filipinas. Algo que algunos mayores recuerdan, y que las jóvenes generaciones desconocen por completo, merced a esos libros de texto donde ahora salen tres fotos de Felipe González, una de Aznar y veinte páginas dedicadas a los últimos quince años, y que sin embargo resuelven el Siglo de Oro o la Hispania romana en párrafo y medio. En fin. Les decía que, fieles a nuestra afición a conmemorar las calamidades, o a convertir en calamidad y en negocio de golfos cualquier conmemoración, ya estarán preparándose comités y comisiones de mercachifles, capitostes y mangantes, frotándose las manos ante la perspectiva de lo que van a trincar so pretexto de la efemérides.

Tiemblo de imaginar el pasteleo que se avecina. Habrá discursos, verbenas, comisarios, azafatas, pabellones, cumbres de jefes de Estado, telediarios en directo, salsa, merengue, monografías en papel carísimo escritas por el cuñado del subsecretario y editadas por la madre que lo parió, y sí además las delegaciones que mojen en el asunto viajan en Iberia y aterrizan o despegan en esa casa de putas que es el aeropuerto de Barajas, el cuadro estará completo. Lo que no habrá es reflexión, ni lucidez, ni recuerdo. Les apuesto una primera edición de El cetro de Ottokar a que sólo se aludirá de refilón a los verdaderos protagonistas: allí, los sueños traicionados de quienes creían luchar por su libertad. Aquí, las decenas de miles de soldaditos, hijos de gente humilde incapaz de pagar los 400 duros que permitían ser excluidos de servir al rey, y que se tragaron su miedo, sus enfermedades y su miseria, para pelear con los dientes apretados, pobres bayonetas contra ametralladoras yankis. Los marinos resignados y valerosos que salieron sin esperanza en sus barcos de madera, uno tras otro, por la bocana del puerto de Santiago de Cuba para ser destrozados por los acorazados de acero norteamericanos, o murieron cañoneados en Cavite porque a un imbécil aficionado a hacer frases se le había ocurrido decir que más vale honra sin barcos que barcos sin honra; olvidando que cuando un barco se va a pique deja viudas y huérfanos a quienes la honra les importa una puñetera mierda. O los millares de hombres rotos, consumidos, enfermos, desembarcados en los puertos españoles cuando todo terminó, mientras los canallas que habían engordado con su sufrimiento y su sangre se fumaban un puro y les volvían la espalda. Estoy seguro de que todo ese sacrificio estéril, todo ese heroísmo inútil, toda esa hijoputez impune de los políticos y los negociantes que nos llevaron al desastre, todas las terribles e importantes lecciones que podríamos extraer de ese episodio trágico de nuestra reciente historia común con Cuba, Puerto Rico y Filipinas, quedarán oscurecidos por los fastos, y la retórica de los aprovechados de turno, y las sonrisitas y los abrazos y la gilipollez galopante.

Ojalá me equivoque. Pero, puestos a apostar, al Tintín arriba citado añado la tecla Ñ de mi ordenador, en la certeza de que, para más escarnio, so pretexto de la reconciliación y el pelillos a la mar y toda la parafernalia, Jé-Jé Teníamos un problema y sus mariachis aprovecharán para hacerle otra succión minuciosa a algunos golfos los Estados Unidos de América del norte, en la línea Helms-Burton, el despropósito con Cuba y lo que esté por venir. Así no me sorprendería que a la conmemoración española del centenario asistiera, como estrella invitada, una delegación gringa: esos paladines de la libertad de los pueblos oprimidos que de forma tan hipócrita y tan infame nos descuartizaron hace ahora 99 años. A fin de cuentas, entre los cien años de honradez y aquí los conversos al hecho diferencial ya lo que haga falta, ya nos tienen acostumbrados a esa ya otras vergüenzas.

Pero bueno. Tampoco me hagan mucho caso, porque les consta que el arriba firmante es un xenófobo y un cabrón, y como dice mi vecino Marías, últimamente ando de un españolismo que da asco. Igual resulta que en el 98 Walt Disney hace Los últimos de Filipinas en dibujos animados, y tras arduas negociaciones conseguimos que la VI Flota, para celebrar el centenario de su victoria, acceda a usar como burdeles Cádiz y Cartagena, revitalizando así el turismo y la economía nacional. Que no todo va a ser negativo, pardiez.

29 de diciembre de 1996

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