domingo, 7 de mayo de 2000

Fumar y trincar


Vaya por delante que a Tabacalera y las otras multinacionales del gremio, por mí, les pueden ir dando. Quiero decir que las considero una mafia de golfos apandadores con número y antifaz, como los que salían en los tebeos del pato Donald junto a Narciso Bello, Daisy y el Tío Gilito. Si del arriba firmante dependiera, obligaría a las tabaqueras, a fuerza de ley o mediante la estricta aplicación del artículo 14 — por todo el morro y sin rechistar—, a jiñar las plumas, subiéndoles los impuestos hasta el 99,9 % y obligándolas a financiar programas de salud e higiene pública, y a añadir a cada anuncio tabaquil otro, forzoso y complementario, en el que se viera el aspecto que tienen los pulmones de un fumador cuando el forense, ris, ras, les pega un par de tajos de bisturí al hacer la autopsia. O sea, por un lado esos chicos jóvenes y con ganas de vivir y ganas de marcha que muestra el anuncio dando por supuesto que llevan un paquete de Fortuna o de Winston o de Ducados, o de lo que sea, en el bolsillo de los dockers, y por el otro unas asaduras frescas recién diseccionadas, en su palanganita blanca, chof, con los bronquios carbonizados bien a la vista. Más que nada, por aquello de que validiora sunt exempla quam verba, como dijo no sé quién. Si me permiten la gilipollez.

Digo todo esto, a modo de introducción o proemio, para evitarme doscientas cartas de soplapollos y soplapollas maniqueos que tornan la parte por el todo, y creen que si uno desdeña a una pava es un machista, o si se queja de un cartero insulta al gremio, o si habla de España es de derechas, o si desprecia a Arzalluz desprecia a los vascos, o si pone a parir al Pepé es del Pesoe, o viceversa. Así que ahórrense los sellos. Porque hoy inspiran mi tecleo las tres mil denuncias contra Tabacalera planteadas con motivo del Día Internacional Sin Tabaco, y la primera sentencia, reciente de un par de semanas, en que la empresa tabaquera resultó absuelta en su primera batalla contra los que exigen la devolución del rosario de su madre.

A ver si nos aclaramos. Uno entiende que a todos esos sinvergüenzas que se lucran con el humo que mata a otros, a sabiendas de que el tabaco puede causar cáncer y de que la nicotina es muy adictiva, se les retuerza desde las instancias oficiales el gaznate que más duele, que es el bolsillo, y se les haga solidarizarse con el remedio de los males que tanto facilitan. Nada que objetar a eso. Lo que me produce choteo personal es la pretensión de los damnificados por sacar. Desde hace la tira de tiempo, los consumidores de cigarrillos saben lo que hacen y las enfermedades a que se exponen, y cada paquete que compran indica el riesgo para la salud. Ya no hay fumadores inocentes. Y cuando después —con todos mis respetos y condolencias personales— a uno le extirpan la laringe o le diagnostican un cáncer de pulmón, no le queda otra que joderse como Dios manda; porque el tabaco no es Chernobil ni una mina de cinabrio, ni el tabaquismo es la silicosis, ni uno pasaba por allí, sino que cada pitillo lo saca, lo lleva a la boca, lo enciende y lo aspira con deliberación y disfrute, en acto responsable o irresponsable según cada cual, pero inequívocamente voluntario. Así que eso de las demandas y las indemnizaciones, por mucho que cuenten que se destinará a obras sociales y pías, me suena a lo de siempre: a buscar viruta por la cara. Es, imagínense, como si yo voy a la esquina del Banco de España y empiezo a pegarme cabezazos contra el canto de la pared, pumba, pumba, hasta que me descojono la frente bien descojonada y me quedo hecho un ecce-homo, y luego le pongo una demanda al banco por tener en la calle una esquina que me incita irresistiblemente a golpearme con ella, matizando que es sin ánimo de lucro, y que la pasta que le saque voy a destinarla a atención médica de todos los gilipollas que, como yo, nos paramos en esa esquina a sacudirnos contra el canto.

Así que lo siento, pero no me solidarizo con eso. Aplaudiré de corazón cuando todos los directivos tabaqueros sean ajusticiados en la farola más próxima, pero me niego a aplaudir esa capullada políticamente correcta que, cómo no, también hemos importado de los EEUU. Donde, por cierto, hay una importante diferencia: los punitive damages, como dicen allí, son sumas que se pagan a los perjudicados; pero no con objeto de indemnizar a las víctimas, sino de castigar ejemplarmente al responsable. Aquí, sin embargo, todo lo reducirnos a trincar. Y ya que hoy se me ha puesto el cuerpo plurilingüe, voy a regalarles otra bonita frase: Sua quisque exempla debet aequo animo pati. O sea: cada uno debe sufrir con ánimo tranquilo los ejemplos que él mismo dio. Eso para que luego digan que el latín es una lengua muerta.

7 de mayo de 2000

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