domingo, 11 de marzo de 2001

Damas y bucaneros


Llevo un par de semanas partiéndome de risa. Tal vez recuerden que hace tiempo mencioné la página de internet que Corso, un amigo a quien no tengo el gusto de conocer, montó en la red sin pedirme permiso. Esa página ha crecido de forma espectacular, con treinta y tantos mil visitantes y un foro donde salteadores informáticos como el pirata Pepe y sus colegas del ciberespacio se congregaron cuando lo de El oro del rey en internet. De allí se independizó un asiduo, alias Decadix, con otra página llamada Callejón de los Piratas, especializada en rescatar viejos artículos míos. El caso es que a veces me doy una vuelta por una y otra sin decir ni pío, para cotillear. Lo más concurrido es el foro de Corso donde la gente mantiene una antigua y pintoresca relación, con habituales como Filemón, Jetulio Pencas, Balkan, Juan Gaudí, El Arponero Juan, Sorel, Haddock, Ciberpuma, Starbuck, T.S., Chimista. — imposible citarlos a todos—, convertidos en respetados veteranos. Hasta hay Uno Que Dice Ser Yo. Y que por supuesto no soy yo.

El caso es que mi vecino el rey de Redonda también tiene su página, creada por una lectora fiel. Una y otra coexistían pacíficamente, con estilos parecidos a sus titulares: más bronca la del foro revertiano, con un sector marinero, otro sector pirata, un grupo de espadachines fanáticos de Dumas, Feval y Sabatini, poetas quevedianos, anarquistas que van por libre, y un par de hijos de puta que suelen ponerme a parir firmando Carabel y Mayúsculo. En cuanto a la página de mi vecino Marías, el tono resulta más pacífico, marcado sobre todo por lectoras educadas que firman Cordelia, Ofelia, Morgana, y hablan de Jane Austen, de las hermanas Bronté, de Shakespeare y de cosas así. El caso es que, el otro día, una de las chicas de Marías se dio una vuelta por el foro piratesco; y, escandalizada, dejó un mensaje comentando lo zafios que eran sus habituales. La primera respuesta le vino de Sebas el Maño, rudo hermano de la costa del foro revertiano, que desembarcó en la isla redondina con las del turco, llenándola de mensajes donde lo más suave eran palabras como «internado de monjas» o «chochitos». Ofendidas, las Ofelias y Cordelias respondieron en la página enemiga, calificando a sus habituales de groseros y maleducados, y aconsejándoles leer a Marías para refinarse un poco. Y ahí fue Amberes. Porque el tal Sebas el Maño volvió a la carga; y también el gran Filemón —un histórico del foro, que sabe de mí más que yo mismo— tomó cartas en el asunto, choteándose de las presuntas chochitos por pretender ponerles a los piratas cortinas de cretona malva y un lazo rosa en la cola del ratón del ordenador. Y entonces, en zafarrancho general, toda la fiel chusma bucanera sin dios ni amo acudió al abordaje —¿Estamos en guerra?, preguntaba Surama desde Méjico—, invadiendo la página mariana dispuesta a saquear y a violar sin freno a las Ofelias y Morganas, cual milicianos en convento de monjas, y todo fue un rifirrafe de ataques y contraataques, llevados a cabo, eso sí, con una guasa y un ingenio desternillantes por ambas partes.

Por fin, tras la polvareda, en ambas páginas quedó un rastro de botellas de ron vacías, alguna falda rota, y la bandera negra de la calavera tiene ahora amarrado al mástil un sujetador de la talla 95. Como resumió el —o la que— usa el nick Oberon contemplando el paisaje tras la batalla, las embestidas e incursiones de las hordas piratas en el oasis cibernético del foro mariano, entre gritos y rasgar de bragas, insultos, puñetazos, mordiscos y besos, han sido dignos de figurar en los anales de argonautas y aventureros, sección expedicionarios rudos y damiselas receptivas. Con una grata conclusión: el mundo es ancho, en él cabemos todos, y nunca puede decirse con este filibustero no beberé o esta doncella no me asombrará en la cama. Porque ahora la relación entre ambos foros es de lo más singular, con tipos duros como Haddock y Jetulio y otros frecuentando amistosamente el foro de las perras inglesas —que han descubierto las emociones y humedades propias de un asalto de los viejos tercios—, y con animalotes como Sebas el Maño poniéndose colorados y reconociendo la casta de damas como Cordelia, que ya alterna sus tes de las cinco en Oxford con visitas cargadas de morbazo al foro de los corsarios; y además ha conseguido que el rudo Sebas, convertido de tigre bucanero en tímido tigretón de crema, coma en su mano como un corderillo, mientras reconoce a regañadientes que, cagüendiela, también en el foro mariano hay tías con un par de huevos. Lo que demuestra, una vez más, que las viejas y buenas historias siguen siendo posibles en el cine y en los libros, y hasta en internet y en la más próxima realidad, porque son eso: buenas y hermosas historias. Y porque hay gente con sueños, humor e imaginación, capaz de revivirlas siempre.

11 de marzo de 2001

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