martes, 27 de abril de 2004

Vienen tiempos duros

El problema de escribir esta puñetera página es que hay que hacerlo con dos o tres semanas de antelación, y nunca sabes qué ocurrirá mientras tanto. Aun así, en España no resultan difíciles ciertas predicciones: te apuntas a lo peor y aciertas siempre. O casi. Para eso los militares tienen una fórmula: dispuestos para la hipótesis más probable pero preparados para la más peligrosa. Razonable, ¿verdad?… Pues no. Aquí nadie se prepara para nada. Nos adaptamos sobre la marcha, y que salga el sol por Antequera. Y claro. Todo nos pilla de sorpresa: la nevada, el apagón, las lluvias, la operación salida, la operación retorno, el terrorismo islámico. O sea, todo. Nadie lo ve venir. Manda huevos. 

Lo del terrorismo islámico, por ejemplo. En los últimos treinta años, desde el Pesoe al Pepé sin olvidar a la Ucedé y vuelta al Pesoe, o sea, desde que palmó Franco hasta el 11-M, el asunto musulmán se la estuvo trayendo floja a todo cristo con mando en plaza: desidia, incapacidad, falta de medios operativos, ignorancia extrema de la realidad árabe, ausencia de política magrebí, marginación de los especialistas, etcétera. Lo que, en un país con la tradición y experiencia moruna del nuestro, clama al cielo. A eso hay que añadir, como guinda, una inmigración masiva cuya regulación, asentamiento e integración se basa en la indiferencia del Estado, la codicia de los empresarios y la demagogia absoluta de tanto cantamañanas que confunde la realidad con la canción del negrito y la ucraniana de –por otra parte inmenso– Joaquín Sabina. 

Así que voy a hacer un par de predicciones. Y no digo que las voy a hacer gratis, porque este artículo lo cobro: Aramís Reverte Fuster, pero sin tetas. Previsiones, por cierto, que podría hacer cualquier idiota. El terrorismo moderno, para abreviar, sólo se combate con leña; y sus principales aliadas son las leyes mismas, unidas a la demagogia y la falta de agallas. Hoy, el arma clave del terrorismo en Europa son precisamente las garantías legales, los derechos ciudadanos adquiridos durante siglos con esfuerzo y sacrificio: el delincuente y el terrorista se protegen con ellos mientras los vulneran o destruyen. Conseguir el delicado equilibrio entre libertad y seguridad no se improvisa; hace falta decisión política, honradez e inteligencia. Controlar ciertas libertades individuales es peligroso, pero también lo es cerrar los ojos a la realidad, y que, por ejemplo, los expertos franceses y británicos alucinen preguntándonos cómo carajo queremos combatir el terrorismo con demagogia y la puntita nada más. Por cierto: seguro que a nadie se le ha ocurrido estos días darse un garbeo por los barrios de población inmigrante magrebí y ver lo preocupada que está la gente mayor y lo envalentonados que andan algunos chiquillos con tanto islam y tanta Palestina en la tele y tanto americano linchado en Iraq. Pero claro. Mirar hacia otro lado es más socialmente correcto y no le complica a uno la vida. Ni te llaman fascista. 

Por eso dudo que nuestra –con las excepciones de rigor– infame clase política, acostumbrada a abalanzarse cada mañana sobre los periódicos para ver si sale su foto, tenga la firmeza democrática, la falta de complejos y los cojones suficientes para encarar los nuevos desafíos. Y como hacer terrorismo de mochila está chupado, y los jueces, por si acaso, seguirán cogiéndosela con papel de fumar hasta para pincharle el teléfono a Bin Laden, y cada investigación policial será detallada en conferencia de prensa por el ministro del ramo, alertando a los malos sobre sus aciertos y errores a fin de demostrar que para transparencia democrática la que tenemos en este país de gilipollas, resulta, señoras y señores, que vienen tiempos muy duros. Y que aunque durante los próximos cuatro años el Gobierno no va a estar todo el día meando agua bendita, porque de momento se les acabó el chollo a los Legionarios de Cristo, a Kiko Argüello y a las Siervas de San Apapucio, me temo que los nuevos gobernantes seguirán practicando la cristiana propensión a poner la otra mejilla. Quiero decir que nos las seguirán dando ahí. A todos. Va a ser divino de la muerte, oigan: Alá ajbar por un tubo, los geos cascando por las prisas, los infelices magrebíes inocentes –hasta que los hagamos dejar de serlo– pagando el pato de la xenofobia y el cainismo hispanos, y los nacionalistas, allá en su pueblo de Astérix, cobrándoselo en carne, como siempre. 

26 de abril de 2004

3 comentarios:

Soledad dijo...

Lo de España no tiene arreglo, se nos cuelan un sinfín de inmigrantes magrebíes, se establecen en nuestro país creando guetos, se forman cédulas dormidas preparadas para atentar si se los pide el líder de un grupo terrorista y no hacemos nada, bueno sí, les acogemos, les damos asistencia médica, educación, somos tutores de los menores (que cuestan a la comunidad a donde llegan sobre 50 € al día) y todo lo que haga falta para que si llega el día en que les manden hacer un atentado, lo hagan sin pensar que están matando a las personas que los ha acogido en su país.
Un saludo.

Gonzalo Del Castillo dijo...

Totalmente de acuerdo. Nunca se tuvo presente el atentado islamista del Restaurante "El Descanso" (1985, dieciocho muertos) y ahora ni siquiera se recuerdan los planes recientes para efectuar una masacre en el Metro de Barcelona. ¡Y de esto hace nada! A nuestros políticos les da igual, excepto para atacarse entre ellos, así que nuestras vidas dependen de héroes anónimos de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, a los que encima aquéllos lastran con bajos presupuestos y órdenes políticas. En cuanto a los autoproclamados intelectuales y artistas de todo pelaje, nunca condenan el terrorismo si proviene de su tronco ideológico (lo mismo ocurre con las dictaduras que sí les gustan). Son tiempos duros, sí, y estamos solos y chantajeados por el timo de la "xenofilia" y un mal disimulado antiespañolismo.

Uno que escribe dijo...

Como decía ese facha del Cuéntame, o mejor dicho, parafraseándolo, España y nosotros, vosotros, ellos... somos así.